Una Necesidad de Culturas Americanas Regionales

Una de las maneras más entretenidas de hablar sobre Appalachia es describiendo cosas mundanas que sorprendan a la gente.

Un número considerable de personas, por ejemplo, no se dan cuenta de que Ohio y Virginia Occidental comparten frontera. Tampoco se dan cuenta de que Ohio y Pennsylvania comparten frontera (aunque esto es menos común).

La polución luminosa también les desconcierta. En una noche despejada en Ohio, podría ver ocasionalmente la Vía Láctea, o por lo menos docenas de estrellas. No es necesario atravesar un desierto en el Oeste Americano para sentirse abrumado por la extensión y la trascendencia del espacio, pero las áreas suburbanas y urbanas contaminadas oscurecen esta pequeña verdad.

Pensar a nivel municipal también da lugar al desconcierto. Los municipios todavía no están relegados al cubo de basura político, pero el municipio como un lugar con el que identificarse -y no una ciudad o un pueblo-, se queda anticuado, a medida que los suburbios atraen más gente a sus asentamientos en expansión. Sin embargo – por lo menos en ciertas partes de Appalachia-, alguien que dice ser de su municipio natal, en lugar de una ciudad, es todavía común.

De hecho, la Comisión Regional Apalache no ha logrado enseñar a la sociedad que una gran parte de Ohio reside en Appalachia.

En el imaginario popular, pertenece totalmente al Medio Oeste (dejando aparte malas definiciones que pretenden que Ohio no esté en el Medio Oeste), aunque no todo el Estado del castaño de Indias son llanos y maíz. Muchas de sus colinas, árboles y ciudades afloraron con el comercio fluvial o la industrialización. Una forma de encontrar la línea divisoria entre el Ohio del Medio Oeste y el Ohio Apalache es seguir el té dulce. Si resulta fácil conseguir té dulce en un restaurante, sigue siendo Appalachia. Cuando no lo sea, bienvenido al Medio Oeste.

La línea regional es un poco difícil de situar porque las fronteras son siempre amorfas, pero también porque “Appalachia” no está necesariamente bien definida por los propios apalaches. Tan solo al final de mi experiencia escolar aprendí lo que significaba “Appalachia”, por ejemplo, o que crecí en la región.

Esta falta de definición es el resultado, en parte, de un país cuya cultura se está nacionalizando.

Ballard Branch Bogtrotters Band en Galax, Virginia, 1937. Vía The Lomax Collection en la Librería del Congreso.

Las identidades locales y regionales están en declive. Esto puede apreciarse en la desaparición de los acentos locales, en el fracaso de los periódicos locales a medida que los periódicos nacionales se expanden y a medida que las campañas políticas se centran en asuntos nacionales a todos los niveles. El ascenso de la cultura popular significó que familias y amigos dejaron de entretenerse los unos a los otros con sus propios talentos. En su lugar, utilizaban un disco o la radio.

A los políticos locales y estatales también les ha resultado más sencillo ligar su marca a asuntos nacionales. Es lento y aburrido explicar lo que harás como representante estatal para mejorar la atención sanitaria o las escuelas. Lo que acapara los titulares -y genera donaciones- es ser un oponente acérrimo del aborto o presionar a favor de la condonación de la deuda estudiantil. Demócratas y republicanos utilizan esta estrategia (con frecuencia haciendo ricos a sus managers y asesores de campaña, pero haciendo poco por resolver el problema nacional que hayan escogido).

Esta estrategia política expone el lado negativo de una cultura que se está estatizando. Aunque el país es más “nacional”, los americanos no comprenden otras partes del país. Existe un desinterés creciente acerca de otros americanos. A veces, los americanos de otras partes del país son percibidos como intolerantes o pardillos debido a la política. Otras veces, los estados son vistos como “aburridos”, sin cultura o historia que merezcan ser conocidas. La “región entre costas” ya no es solamente el Medio Oeste, son todas las partes de América más allá de donde uno está o ha estado.

No está claro, exactamente, cuales son en realidad los beneficios de esta nacionalización creciente de la cultura. No es una mejor comprensión de los americanos que viven a 2000 millas. Tampoco parece que esté haciendo a la gente más tolerante. La división nacional es más común que la unión nacional a medida que la identidad local/regional desaparece.

Me parece que esto es debido, en parte, a una falta de movimiento. Las redes sociales son otra parte de la ecuación. Los americanos se mueven menos de lo que lo hacían hace unas décadas, pero gracias al internet, están mejor conectados. En un mundo ideal, estar más conectado mostraría el alcance y la diversidad del país. Esto no ha ocurrido. Lo que ha pasado, en su lugar, es que la gente responde a la mayoría de las cosas que les enfada. El contenido que ven busca alimentarse de ese enfado. Cuando gente de diferentes sitios discute entre sí, y no se ven presionados a tratar a la otra persona como un ser humano complejo; esa ira se extiende hasta odiar el sitio del que venga esa persona.

Si las culturas locales y regionales fuesen más fuertes, quizás esta ira y desconexión podrían ser contrarrestadas con historias sobre el crisol de América.

Esto tampoco ha ocurrido. En su lugar, el consumo mediático ha aumentado, pero las noticias y el entretenimiento son más nacionales y menos locales. Una docena de historias nacionales son leídas por mucha gente en todas partes, en vez de cien historias regionales leídas por unos pocos en áreas diferentes, lo que ha causado una especie de monotonía adormecedora. ¿Los apalaches se sienten mejor cuando están enojados por algo que ocurrió en Florida? ¿Los neoyorquinos están mejor por ponerse histéricos sobre algún suceso de Nebraska?

Ocasionalmente, quizás lo estén. Pero a menudo, significa que pierden un tiempo que podrían haber utilizado para hacer algo edificante en su barrio.

América sería mejor si su gente tuviese conocimientos sobre el lugar donde está y sobre cómo este destaca respecto de otras partes del país. Por supuesto, los estereotipos emergerían cuando el país fuese menos nacional y más local, pero la cultura nacional ha hecho un buen trabajo creando estereotipos también. Quizás sea imposible convertirse en un país regional de nuevo, pero encontrar maneras de hacer América un país menos nacional podría reportar algunos beneficios culturales y económicos. Por lo menos, podría dar a la gente historias que hiciesen parecer más exóticas a sus mundanas ciudades.

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Traducción al español por Rubén Babío.

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