Recuerdos de Appalachia en la Cordillera del Atlas

Mi amigo Mohamed y yo trabajando la tierra en primavera.

Hace tres años, envié mi solicitud al Cuerpo de Paz (Peace Corps). Postulé a un puesto de desarrollo de la juventud en Marruecos por mi experiencia estudiando el árabe. En septiembre de 2017, me embarqué en un avión con un compromiso de dos años de servicio y sin idea alguna de lo que estaría por venir. Después de casi tres meses de formación cerca de Meknes (entre la capital, Rabat, y Fes, en el norte de Marruecos), fui destinada a Ait Bougamez, el valle donde viviría durante dos años.

Cordilleras norteafricanas. Via Wikimedia Commons.

Ait Bougamez, apodado Valle Feliz, es un lugar remoto con unos 25 pueblos en el centro de la cordillera del Atlas, a más de 2000 m sobre el nivel del mar. Se encuentra a dos horas en coche de la capital de provincia más cercana (Azilal) y a cinco horas de la ciudad principal (Marrakech). La mayoría de la gente se gana la vida cultivando manzanas y nueces, si bien algunos trabajan en escuelas locales y oficinas de correos. La mayoría de la gente tiene asnos, no coches.

Asnos estacionados fuera del mercado semanal, donde los lugareños vienen a comprar.

Dediqué dos años a aprender y a escuchar (o a intentarlo con mis limitados recursos lingüísticos) la historia y experiencias de las gentes de las montañas. Vi cuan duro trabajaban las mujeres, la forma en que la gente valoraba la comunidad, y las esperanzas que los jóvenes tenían puestas en el futuro. También vi las dificultades de una economía inestable, las opiniones negativas de un gobierno ineficiente y roles de género inflexibles.

La gente del pueblo solía decir, «no lo podrías comprender, todo es fantástico en América». La seductora idea del sueño americano y las frívolas representaciones de la vida americana en las películas de Hollywood habían penetrado incluso en la aldea rural donde vivía. Mucha gente en otros lugares del mundo ignora la diversidad de América, las adversidades económicas a las que se enfrentan algunos, e incluso la existencia de la América rural.

En muchos sentidos, la gente estaba en lo cierto al juzgar mi privilegio de poseer un pasaporte americano, ser blanca, y haber crecido en un país más desarrollado. Sin embargo, a menudo me veía reflejada en los problemas de los aldeanos.

Nick Musgrave y yo cerca del New River Bridge en el sur de Virginia Occidental.

Mis amigos más cercanos se sorprendían cuando les explicaba que Norteamérica era más que Nueva York o Los Ángeles, que también tenía montañas verdes y frondosas, y que mi padre tenía una bandada de gallinas y vivía en los bosques del Condado de Preston, en Virginia Occidental. Al compartir mis propias experiencias con la pobreza y la vida rural, intenté transmitir cómo América es realmente más compleja de lo que pueda parecer desde fuera.

Sin duda, existen diferencias importantes. Diferentes historias, lenguas, religiones y más. Sin embargo, aunque es importante tenerlas presentes, también creo que es útil observar cómo las experiencias en el Alto Atlas y Appalachia tienen algo en común.

Niño corriendo de vuelta a casa para cenar en una aldea cercana.

Antes que nada, de alguna manera, esta comparación entre Appalachia y el Alto Altas *es como confundir churras con meninas. Varios factores diferencian ambas regiones: sus religiones dominantes, sus lenguas, su historia colonial, su abastecimiento de agua, o sus gobiernos, entre otros. Pero después de haber vivido dos años en una aldea remota en la cordillera del Alto Atlas entre las gentes amazigh, considero más práctico ver lo similares que son ambos lugares.

Para ser claros: las gentes amazigh no son árabes. Con frecuencia llamados bereberes (un nombre que muchos consideran despectivo), amazigh (se?) remite a la familia de lenguas y grupos étnicos nativos del norte de África antes de la llegada de los árabes a la región con el ascenso del Islam. Los amazigh del Alto Atlas son gentes montañeras de pies a cabeza, y poseen una larga historia de resistencia frente a los forasteros y a las fuerzas coloniales.

Cuando las dinastías árabes musulmanas llegaron a Marruecos en el los siglos VIII y IX, los amazigh les combatieron. Dihya, una reina guerrera, constituye todavía una leyenda popular en el área. Incluso después de las conquistas musulmanas, los imperios locales gobernados desde conocidas ciudades como Fez y Marrakech raramente podían adentrarse en las montañas. El Valle de Bougamez, enclavado entre las imponentes crestas del Alto Atlas, sólo recientemente ha sucumbido a un mayor control gubernamental, junto con un pequeño influjo de la lengua arábiga. Incluso hoy, rara vez se oye el árabe al caminar por los pueblos – la lengua común es la lengua Tamazight. 

Bandera Amazigh. Via Wikimedia Commons.

El hecho de que la palabra amazigh más o menos se traduzca como «hombre libre», siempre me ha recordado a la forma en que la gente de VO declama su lema oficial: «montani semper liberi», es decir, «los montañeros libres por siempre».

Un amigo y yo sosteniendo la bandera de Virginia Occidental.

Otra fuente de resistencia que conecta el Atlas con Appalachia es la acción obrera. Estando de servicio en las escuelas de Ait Bougamez, la tarea se volvió bastante turbulenta a causa de huelgas masivas de profesores marroquíes que afectaron especialmente las áreas rurales durante meses. Los estudiantes tuvieron dificultades para aprobar los exámenes y sufrieron las consecuencias de las huelgas. Ver a profesores haciendo huelga en Virginia Occidental, al mismo tiempo, supuso un cambio de tornas interesante. Durante los últimos años, los profesores en Virginia Occidental han hecho una demostración de fuerza por sus propios derechos laborales — primero en 2018 a causa de las subidas de sueldo y las pensiones, y de nuevo a comienzos de año a causa de la Ley Ómnibus.

Otro reto rural que comparten es el desarrollo económico. Ait Bougamez es un valle rural y sus habitantes están orgullosos de su hogar entre montañas. Sin embargo, tampoco pueden encontrar muchos trabajos para mantener a sus familias en el valle. La mayoría de los estudiantes de la educación superior deben viajar al menos cuatro horas para ir a la facultad, y un grado universitario no garantiza un trabajo, especialmente en el Marruecos rural.

Los inviernos suelen ser brutales en el Alto Atlas. Nevó ininterrumpidamente desde enero hasta mayo durante mi primer año.

Muchas mujeres jóvenes con expectativas de matrimonio intentan buscar un hombre que viva en una ciudad cercana, quizás debido a la movilidad económica o porque la vida de la ciudad es mucho más fácil que la rural. La mayoría de las mujeres rurales en el Alto Atlas trabajan las tierras, cuidan de los animales, y suelen hacer el trabajo doméstico como la cocina y la limpieza (tareas que no se deben infravalorar en este contexto). Por no hablar del frío brutal de las montañas del Alto Atlas. Esta tendencia de mujeres trabajando en la agricultura no es exclusiva de Marruecos, sino que está bastante extendida en África.

También en casa encontré este problema de despoblación rural. A excepción del Condado de Monongalia County, la población de Virginia Occidental está en declive. Especialmente en mi ciudad natal, Parkersburg, varias escuelas públicas —como Worthington y McKinley— van a cerrar a causa del bajo número de matriculaciones. Aunque, como ocurre en Marruecos, existe un sentimiento optimista en torno a los «Homecomers» o «los que vuelven a casa».

Una caminata de dos o tres días desde Ait Bougamez. Parte de la travesía a Qelaat Mgnouna.

Aunque el área es extremadamente rural y remota, gran parte del valle tiene redes 4G. A menudo veía gente a lomos de asnos mirando sus Facebook a través de teléfonos inteligentes. En un viaje de mochila en medio de los cañones del Alto Atlas, anuncié a todo el mundo que estaría sin conexión y no disponible durante una semana. Sin embargo, esa noche y todas las noches de acampada me sorprendía seguir todavía en la red. Marruecos es una de las más avanzadas en telecomunicaciones en África, sobre todo debido a la estrategia Marruecos Digital 2020.

Cuando mi familia vino de visita, bromeaban sobre el hecho de que tuviese mejor cobertura en el Marruecos rural que en la casa de mi padre en el Virginia Occidental rural. Virginia Occidental todavía tiene dificultades con la banda ancha y el servicio móvil: en abril, Facebook anunció su inversión en un cable de 440 km para incrementar de forma drástica la cobertura de Internet. También otros estados apalaches se topan con desafíos a la hora de conectar las áreas rurales, como Kentucky y su “Camino de la Información a Ninguna Parte de un Millón Quinientos Mil Dólares”.

Una excursión de senderismo de chicas a un santuario cercano, llamado Sidi Shitah.

Los problemas apuntados arriba son sólo algunos de los ejemplos más llamativos sobre los que solía meditar durante mi servicio en los Cuerpos de Paz. Todavía me pregunto: ¿estos desafíos son intrínsecos a las zonas rurales?, ¿a las montañas? Durante mi servicio, pasé mucho tiempo reflexionando sobre las semejanzas y las diferencias entre la cultura amazigh de Ait Bougamez y mis propias experiencias en Virginia Occidental. La mayoría de las veces encontraba más similitudes que diferencias.

De vuelta a casa, espero muchas preguntas sobre mi experiencia viviendo en un país predominantemente musulmán. Mientras que el Islam sí juega un papel fundamental en la cotidianidad de Marruecos, el país y mi experiencia allí  no se redujeron únicamente a esta faceta. Por el contrario, espero haber aportado matices y una experiencia que los compatriotas americanos puedan compartir.

Festividades del Año Nuevo Amazigh. La Cultura Amazigh tiene su propio calendario, basado en la luna y las cosechas.

Esta experiencia en la cordillera del Atlas me hizo más humilde y me cambió en más sentidos de los que puedo explicar. Aprendí de las fuertes mamás marroquíes y amigas sobre la comunidad y el trabajo duro. Me maravillé a lo largo de sendas y rutas comerciales que las gentes han caminado durante cientos de años. A menudo mi corazón añoraba el hogar, pero encontraba consuelo bajo los manzanos o en los senderos que me recordaban a lugares de Appalachia. Es inevitable, ahora que estoy en casa, me doy cuenta de que he dejado un pedazo de mí en aquella pequeña aldea y, asimismo, otro pedazo de la región del Atlas, ahora me acompaña.


Traducción al español por Rubén Babío y Matías Duarte.

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